Las grietas profundas del viento patagónico marcaron con surcos su rostro cansino. Los látigos del sol violento fueron torneando su cuero en todas esas tardes de trabajo.
Nuestro héroe, en el ejemplo silencioso, mojó de valores cada uno de los ladrillos que puso en esa pared interminable de respeto.
Sus manos callosas y duras por la tierra y el cemento, se levantaron amables en el saludo de cada transeúnte que lo encontraba.
La humilde palabra, baja y taciturna, invadida por el respeto que emanaba cada una de sus palabras.
Los héroes viven de victorias, pero también se realzan en sus derrotas, tan humanas como cada uno de nosotros.
Cada uno de sus tropiezos nunca fueron caídas, ni siquiera en el minuto final de su presencia en este mundo, del cual se fue querido y entrañado.
Hoy su imagen renace en cada domingo de Peña. Su figura se divisa en cada uno de nuestros encuentros. Sus valores, sus riquezas, su esperanza.
A Don Segundo Barrientos, el profundo respeto y cariño de quienes lo recordamos con una sonrisa en nuestros rostros, levantando nuestras manos en respuesta a aquella mano agrietada, digna y honrosa.
3 comentarios:
Solemne....
Tremendo estilo el del hombre que escribe.....nnnnnnnniiiiiiiiiiiiiiierda
Mis mejores augurios pa la Peña y para la inspiracion, saludos Cordiales de Paganini.
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